sábado, 10 de mayo de 2014

Una mañana cualquiera te levantas con tu rutina  de todos los días, esa rutina monótona que a todos nos aburre pero nadie hace nada por salir de ella. Y entonces, esa misma mañana, cuando ya casi ves la meta ahi, cuando la estás rozando con la punta de tus dedos, ahí te paras. Tu cabeza se bloquea por unas horas, pero la meta está ahi tan cerca tan cerca que sigues, tienes que seguir. No vale rendirse, no vale decir no puedo, ya no. Llegados a este punto es o todo o nada. Es una lucha diaria contigo misma, todos los días de la semana. Porque sabes que si no lo haces ahora no lo vas a hacer nunca y que en dos semanas valdrá la pena. Que todo esto habrá terminado, como se termina la vida, una botella o el amor. Que cuanto más avances más cuesta arriba se te hará el camino y menos fuerzas tendrás, las ojeras serán tu maquillaje de todos los días y el café una especie de droga necesaria. Saca esas fuerzas de donde no las hay, invéntalas, dibújalas, escríbelas, pero sácalas. Piensa, párate a pensar, y dime todo lo que llevas andado, es mucho. "No puedes" te dicen; a esos, a los que un día no creyeron en ti, míralos desde lo más alto cuando llegues y dedícales todos tus triunfos. Dedícaselos a ellos porque los que sufren contigo día a día ya los valoran, no les hacen falta dedicatorias. A ellos les dedico mi vida, por ser luz en la oscuridad, hombro cuando necesito llorar y calma en la tormenta; por saber sacarme una sonrisa con solo una mirada y, sobre todo, por hacerme comprender que no hay día malos ni días buenos, solo hay días buenos y días menos buenos.